jueves, 17 de diciembre de 2009

GEORG BASELITZ

La fealdad ha sido mi forma de rebeldia




Convertido en un clásico de la historia del arte, Baselitz habla de su juventud en la República Democrática Alemana, marcada por la incomprensión y la rabia, y de los sueños que han inspirado su espectacular trayectoria.

Georg Baselitz, el pintor que en los años setenta desconcertó al mundo con sus composiciones al revés y que adoptó un seudónimo en homenaje a su ciudad natal, asegura, a punto de cumplir los 70, que siempre se ha considerado un artista joven. Y, sin duda, su derroche de energía y su temperamento excesivo y hasta revolucionario no dejan de confirmarlo. Enamorado de Italia y del estilo manierista desde su adolescencia, vive entre ese país y Múnich, donde los arquitectos Herzog & De Meuron están construyéndole su nueva residencia.



XLSemanal. En los años 80 triunfaba la agresividad de la pintura alemana, de los llamados `jóvenes salvajes´. ¿Cómo vivió aquello?
Georg Baselitz. Fue realmente estimulante. La pintura se estaba convirtiendo en algo menos importante, al menos eso es lo que se pretendía. Sin embargo, la pintura ha conservado su importancia, y creo que continuará gozando de muy buena salud a pesar de la preponderancia de los nuevos medios, como la fotografía, el vídeo o las instalaciones. La cuestión ahora, 20 años más tarde, es qué queda de todo aquel panorama tan excitante de los 80 y de aquellos jóvenes salvajes de entonces. Y la respuesta está clara: sólo uno o dos artistas de entonces son relevantes en la escena actual. Mucha gente se pregunta si ha habido o no progreso, pero ésa no es la cuestión correcta. Hablar de progreso en el arte es una farsa; todo el significado profundo que se le quiere atribuir es irrelevante. Lo único importante es si uno se divierte con él; no tiene trascendencia para la sociedad. En los 80 hubo una sola persona crucial: Charles Saatchi. Fue el único que hizo que cambiaran las cosas, el único que sacudió la escena artística y el primero que ofreció una oportunidad de exponer a los alemanes. Se lo conoce como coleccionista, pero, en mi opinión, ha sido la fuerza más revulsiva del arte en las últimas décadas.


XL. Hablando de revulsivos, la provocación es una constante en su obra. Sus composiciones boca abajo, por ejemplo. Usted dice que son metáforas de la ausencia de significado de su arte, pero una lectura más atenta sugiere que son más bien una forma de llamar la atención.
G.B. Mis composiciones del revés fueron en realidad el resultado de un largo proceso para intentar subvertir el orden normal de los pintores y oponerme a las corrientes dominantes entonces, la abstracción y el expresionismo. Fue en los 60 y entonces yo ya era un artista de cierta relevancia, pero quería ir más allá de lo que hacía. Quería ser más provocativo, más insolente y despectivo. El objetivo era hacer una pintura que resultara una compañía incómoda. Así fue como nacieron las composiciones invertidas. A fin de cuentas, la provocación es la regla general de la historia de la pintura. Los impresionistas querían provocar y luego fueron aceptados y se convirtieron en algo bello. Es también el caso de Picasso.


XL. Picasso es un recuerdo bueno y malo en su vida ¿no?
G.B. Por su culpa me echaron del colegio, por copiar obras suyas. Picasso era comunista y pensé que eso era suficiente para que lo aceptaran, pero estaba equivocado. En Alemania del Este lo consideraban un burgués decadente, aunque para mí era el ejemplo al que seguir. Quiso hacer algo diferente y le salió bien.

XL. A Picasso lo tildaban de decadente y a usted, de inmaduro política y socialmente. ¿Cómo reaccionó?
G.B. Tenía sólo 18 años y quería hacerlo todo bien. Pero el sistema comunista era básicamente un puñado de viejos que, por supuesto, no creían en la honestidad. Y lo peor es que nadie pensaba que todo aquello fuera absurdo; al revés, creían que era correcto y perfecto, como mucha gente creía de Franco.

XL. Ahora vivimos en una sociedad aparentemente liberal y permisiva; en una cultura eminentemente visual donde el arte es sublimado. ¿Le sigue tentando romper los límites establecidos con la provocación?
G.B. Crecí en un ambiente en el que para conseguir lo que deseaba como artista necesité mucha disciplina y una lucha constante. Pero hoy en día me irrito cuando veo a los artistas jóvenes, porque los temas que a mí me afectaban y me hacían oponerme al sistema entonces, no les atañen en absoluto. Son muy receptivos, aprenden fácilmente y técnicamente pueden ser buenos, pero lo que les mueve no es oponerse a algo. Son conformistas, simplemente aceptan todo. Yo desconfiaba de todo, de la sociedad, de la gente. En una sociedad no represiva, incluso tolerante hasta un extremo obsceno, la provocación se ha convertido en algo ‘maravilloso’ que se da por sentado. Si uno está totalmente liberado, no siente presión por avanzar. Uno se convierte en alguien maravillosamente flemático y ésa es, en la mayoría de los casos, la penosa situación actual.


XL. Un compañero de clase le recuerda a usted como «alguien que quería hacerse rico y famoso lo antes posible». ¿Qué hay de cierto en ello?
G.B. Es cierto. Cuando estoy trabajando lo hago para mí mismo, pero luego hay que demostrar algo al mundo del arte y tener respuestas que merezcan la pena. Si observo la obra de mis últimos 30 años, reconozco inmediatamente lo que fue significativo y lo que no. Personalmente no soy nada flexible. Soy una persona muy cabezota y debo admitir que en el pasado no tenía paciencia ninguna. Pero cuando se me aceptó, mi actitud cambió. Lo que rechazo es la expresión `artista establecido´ porque me parece que implica que uno no avanzará más.


XL. Nunca ha sido una persona sumisa. ¿Fue el arte una elección personal para dar salida a su necesidad de liberarse?
G.B. No lo describiría así necesariamente; era mi modo natural de ser. No comulgo con el concepto de `liberación´. Lo importante en pintura o escultura, en oposición a otras artes como la música o el teatro (que están bajo las órdenes del director de orquesta o del teatro), es poder disfrutar de una independencia total. La pintura es el único arte independiente: el mercado se encarga de realizar una selección. Y hablando del concepto de `liberación´, me gustaría mencionar un fenómeno que me parece paradójico. Me refiero al hecho de que vivamos en la época de la liberación de la mujer y, a la vez, en una sociedad con una concepción del sexo exagerada. La representación de las mujeres como un objeto sexual es algo que me choca profundamente.

XL. Usted las ha pintado a menudo. ¿Qué importancia han tenido las mujeres en su vida?
G.B. Mi vínculo con las mujeres ha sido muy natural. Tengo una relación muy estrecha con mi esposa desde hace años. Necesito que esa otra persona esté conmigo; es la que me da estabilidad y en la que me reflejo. Estar con mi mujer es un constante dar y tomar; ella es mi mejor crítica. Es una relación que tiene que ver con la disciplina y con el estar centrado. Si no estuviera conmigo, estaría devastado. Necesito este equilibrio de a dos. Por otra parte, siempre he huido de usar modelos reales en mi pintura, aunque mi mujer posó una vez. Prefiero utilizar fotografías. Creo que emplear modelos implica aceptar un compromiso con alguien, y no me gusta. Yo necesito ser independiente, no aguanto tener que soportar quejas de nadie sobre cómo me pintó o me dejó de pintar.


XL. Herzog & De Meuron han diseñado su nueva residencia. ¿Qué es lo que más le gusta de estos arquitectos?
G.B. Su simplicidad y su actitud. No se imponen ni pretenden ser estrellas. Sólo preguntan lo que deseas. Además, han realizado algunos de los mejores edificios para el arte, como La Tate Modern en Londres.

XL. ¿Cree que Berlín puede convertirse en la capital de las artes que una vez fue París?
G.B. Berlín está enfrentándose a muchos problemas económicos. Se ha convertido en una isla, como lo fue en la guerra fría. Pero todas las preocupaciones que yo sufrí cuando era un joven artista intentando encontrar mi lugar ya no existen. Hoy, las cuestiones como la identidad o la triste historia de Alemania no son relevantes. El hecho de ser alemán ya no te define. Lo que me parece negativo es el apoyo al arte a base de subsidios. Implica demasiados compromisos y la independencia es algo crucial para el artista.


XL. Schnabel comentó recientemente que usted le dio las gracias en una cena por no haberle tratado como a un artista alemán. ¿Qué le desagrada de ese tratamiento?
G.B. Julian Schnabel es un ciudadano americano, judío y pintor. Yo tengo mucho respeto tanto por la cultura americana como por él. Cuando nos conocimos, en 1981, se me acercó y alabó mi pintura sin más. Fue algo crucial en mi vida porque por primera vez me sentí desconectado de mi nacionalidad, por primera vez era tratado como artista a secas, porque el resto de la gente siempre se refiere a mí como `alemán´ y eso es algo que yo me tomo como una pesada carga. Era la primera vez que no tenía que ser sumiso. Los alemanes debemos mostrarnos muy humildes para ser apreciados. El arte alemán, como todo el mundo sabe, fue invisible durante muchos años, durante el periodo nazi, así que había un vacío, un aislamiento. En la época en que yo me convertí en artista sentí una gran presión; había una reacción automática de no aceptación del arte alemán. Luché contra ello y todo me llevó a pensar que debía proceder haciendo ‘mierda’ y `fealdad´.




XL. Sin embargo, vive buena parte del año en Italia, por lo que admira sus bellezas. ¿Cómo describiría su relación con Italia?
G.B. Hay una tradición de pintores alemanes, desde antes de Durero, que iban a Italia en busca de inspiración, de la belleza de su arte, y yo soy parte de esa tradición. He pasado una temporada al año en Italia, desde hace 30, en diferentes lugares. A la región de Luguria voy desde los años 90. Mi vida allí es muy simple, casi monástica. Paso casi todo el tiempo pintando y apenas recibo visitas. Me produce gran ansiedad el no trabajar. A veces me arrepiento de esta manera de pintar y me gustaría ser más armonioso, pero no soy así. De modo que disfruto profundamente viendo arte en Italia, pero si intentase imitarlo no reflejaría mi personalidad y, probablemente, resultaría ridículo.

XL. Usted se define como gótico y brutal y se identifica con los manieristas por su sentido de la deformación, ¿y con Bacon?
G.B. Bacon es diferente. El concepto de `brutal´ está enraizado en la historia de cada país de forma diferente. Con respecto a los alemanes, es muy importante la expresión primaria de las emociones y la `fealdad´... Es algo que está en relación con nuestra historia. Yo nací en una sociedad destruida, con un paisaje destruido y no quería establecer ningún orden. Es más, sufrí en exceso a causa de eso llamado `orden´.



XL. Da la impresión de que, a pesar del tiempo transcurrido desde entonces, todavía huye de algo, ¿es así? ¿Cuáles son ahora sus sueños?
G.B. Me he reconciliado con mi pasado y mis sufrimientos. Ahora simplemente sigo buscando; no creo que haya llegado al ocaso ni que haya realizado mi mejor trabajo o me encuentre al final de una trayectoria. Es más, a veces, cuando miro mis pinturas de 1966 pienso: «¡Es asombroso!». Me pasa lo mismo que cuando ojeo fotos antiguas y me veo joven y musculoso. Me impresiona y me gustaría volver a ser así.


XL. Usted está completamente dedicado al arte. ¿Reserva algún espacio a la vida social?
G.B. Soy una persona muy privada y prácticamente nunca voy a conciertos o al teatro. Tengo encuentros con amigos, pero esto no es lo que cuenta para mí. Si no pinto, no estoy satisfecho.

XL. Tengo la impresión de que es usted como sus esculturas: irrepetible, sencillo, sin pretensiones...
G.B. Así son mis esculturas, pero en lo que a mí respecta sería muy pretencioso describirme así. Trabajar con la escultura es completamente distinto a hacerlo con la pintura. Esculpo como si estuviera sacando un fantasma que no se mueve ni vuela. Me recuerda a cuando era un niño y excavaba en la arena; un día encontré una urna de 300 años de antigüedad. Cuando esculpo, siempre espero que ese momento especial se repita. Y a la vez, sufro como si estuviera violentando el material para adaptarlo a mi deseo. Pero esculpo cada vez menos porque es una actividad que me parece físicamente agotadora.





XL. «Siempre pienso en mí como un joven artista» ¿Todavía se identifica con esta frase?
G.B. Soy incapaz de identificar el proceso de mi envejecimiento. Mi pensamiento y mi alma no están envejeciendo; sólo mi cuerpo. Me siento 50 años más joven de lo que soy físicamente. No acabo de considerar mi cuerpo como algo viejo. Y cuando mis alumnos me tratan con respeto, pienso que lo hacen porque se fijan sólo en mi condición física. Interiormente yo aún me siento como un pequeño conejo asustado.


Fuente:http://www.arte10.com/

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